A lo largo de nuestras vidas, enfrentamos muchas
pérdidas: la desaparición de un ser querido, el término de una relación, un
sentimiento que se transforma, una expectativa no concretada, una situación
social, económica o laboral que cambia radicalmente; a pesar de la certeza que
tenemos con respecto a la muerte en todos sus aspectos, nunca estamos
preparados para enfrentarnos a ella.
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En la mayoría de las ocasiones, la mejor salida
para aprender a lidiar con ellas, es la aceptación. Mirar hacia adentro, acoger
el sentimiento presente – sea tristeza, frustración, indignación o rabia-, entendiendo
que él forma parte de ese proceso.
La mente puede ser nuestra mayor aliada o
convertirse en nuestra mayor enemiga, en la medida en que la utilicemos como
recurso para reconstruir y no para castigarnos. No significa que debemos
aceptar todo sin reaccionar. Pero la forma en la cual lo hagamos, será elección
nuestra. El dolor es inevitable, más el sufrimiento puede ser opcional.
Es preciso encontrar una forma más positiva de ver
las cosas y talvez ella no aparezca de inmediato; pero todo el mundo tiene la
suya. Podemos llorar, sufrir, odiar a todo el mundo, todo eso forma parte del
momento. El problema no es sentir si no persistir en eso y hacer de ello una
capa protectora que termina por no protegernos de nada. La resiliencia, como
dije anteriormente, hace que pasemos por las situaciones más adversas y
salgamos aún más fortalecidos.
Dejemos que el tiempo haga lo suyo y devuelva todo
a su lugar. Los seres humanos somos las criaturas que más se adaptan a las
condiciones que le son impuestas. Siempre fue así. Eso no quiere decir que no
debamos luchar para salir de un lugar en el que no queremos estar.
Estamos en proceso continuo de evolución y por lo
tanto de frecuentes oscilaciones entre momentos absolutamente felices y otros
que literalmente nos derrumban. El gran desafío es abrir las puertas a todos,
sin pretender que permanezcan.
Perder a quien amamos es siempre un ejemplo claro
de eso y talvez el motivo por el cual escribo sobre la resiliencia hoy. La vida
es un círculo y los círculos comienzan, giran y terminan. Si quien amamos
precisa partir en los próximos días, meses o años, lo que nos resta hacer es
amarlos mientras están aquí, en lugar de sufrir anticipadamente pensando en su
ausencia.
Si estas triste por algo que terminó o alguien que
ya partió; si estas frente a una situación próxima a eso, intenta pensar en el
círculo que gira sin parar y entiende que formas parte de él. Todos nos iremos un día y dejaremos un vacío en
los demás. Todo cambia, nada es estático ni permanente.
Cuidemos de lo que tenemos. Vivamos en el momento presente. Y, en el
caso de enfrentarnos con un fin, seamos resilientes. Permitámonos caer, pero
jamás permanezcamos en el suelo.