Buscar este blog

lunes, 20 de septiembre de 2010

Día de la Primavera

Cuenta la leyenda que Démeter, la diosa griega de la naturaleza se desposó con Zeus. De esa unión nació Perséfone. Era tan bella que Hades, el dios de las tinieblas sucumbió a sus encantos. Fue así que decidió raptarla y llevarla con él a su mundo subterráneo.
Démeter, entonces decidió abandonar el monte Olimpo y sus obligaciones para buscar a su hija. Al ser ella quien se ocupaba de la naturaleza, las consecuencias de esta decisión fueron terribles para la tierra que se vio fría y desolada.
Zeus, viendo el profundo dolor de su esposa y la devastación que se cernía sobre la naturaleza decidió hacer un pacto con Hades. El mismo decía que Perséfone pasaría la mitad del año con su esposo y la otra mitad con su madre.
De acuerdo con esto, Perséfone retornó a la superficie. La alegría de Démeter se vio reflejada en el resurgir de toda la naturaleza. Desde entonces, los griegos celebraban este retorno al comienzo de la Primavera.
Un fenómeno climático, como es el cambio de una estación a otra, puede ser simplemente eso. Sin embargo, a través de la historia, los hombres han rodeado estos fenómenos de un misticismo especial, casi religioso. Muchos los han convertido en verdaderas obras de arte. Músicos, pintores, escultores y escritores han hecho de la primavera un tema de inspiración.

Más allá de todas las razones que puedan darse, la llegada de la Primavera nos hace ver la vida desde una perspectiva diferente, casi despreocupada; nuestros sentimientos parecen aflorar de una manera inusual y una renovada fuerza interior nos impulsa a celebrar.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El Cavaille-Coll de Fortín Mercedes

Cada lugar, por simple que parezca, suele esconder tesoros que nos sorprenden. Hace un tiempo, tuve la oportunidad de visitar un pequeño paraje, ubicado sobre la la Ruta Nacional Nº 3, a unos 120 kilómetros de la ciudad de Bahía Blanca, llamado Fortín Mercedes. El lugar, cuyos orígenes se remontan a la primera expedición al Desierto, cuenta con un valor histórico y cultural aún no comprendido en su verdadera dimensión. Pero no es precisamente a su acervo histórico a lo que quiero hacer referencia.
El centro de este complejo construido por los Sacerdotes Salesianos está ocupado por un templo de notables lineas arquitectónicas. Su altar mayor, de puro estilo romano, descansa sobre un hermoso capitel sostenido por dos columnas; el centro, entre mármoles rojos, está ocupado por un imponente cuadro de la virgen, bajo la advocación de María Auxiliadora. La pintura, obra del ex-alumno del Oratorio de Turín, José Rollini, fue obsequiada por Don Bosco, fundador de la Congregación Salesiana y traída en 1885 a la Argentina por el cardenal Cagliero, para presidir las Misiones Salesianas en la patagonia.
A la derecha e izquierda del presbiterio otros dos grandes cuadros en tela, realizados por el pintor italiano Carlos Thermignon cubren, por sus dimensiones, la mitad de los muros hasta el comienzo de la bóveda, que completa artísticamente la austera y hermosa decoración.
Pero sin dudas, una de las joyas más preciadas de este templo es el órgano de tubos: un Cavaillé-Coll.
Cerca de 20 órganos Cavaillé-Coll fueron traidos a la Argentina, especialmente a Buenos Aires. Solamente uno de ellos es considerado un auténtico Aristide Cavaillé-Coll, ya que los demás llegaron en el período en que Charles Mutin dirigía la empresa de construcción de órganos en Francia.
Éste continuó usando la placa con la leyenda "A. Cavaillé-Coll" en varios instrumentos hasta el año 1910. A partir de ese momento las consolas se comenzaron a identificar con la placa "Mutin Cavaillé-Coll".
Lamentablemente solo algunos de ellos continúa funcionando correctamente en nuestros días. El más importante de ellos, fue destruído por el fuego durante los disturbios que ocurrieron en la revolución del año 1955.
Varios fueron desmontados y vendidos a compradores privados, en su gran mayoría extranjeros. Otros, como el de Fortín Mercedes, siguen en sus lugares originales pero necesitan ser restaurados en forma urgente. Solamente algunos de ellos continúan funcionando bien y permiten apreciar sus hermosos sonidos tal como fueron diseñados originalmente.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Las leyendas de Bécquer

He comprobado más de una vez, que no existen las casualidades. La vida está llena de esos momentos que llamamos especiales. Sin embargo, los contextos, hacen que muchas veces, ni siquiera los veamos. Pero existe una segunda vuelta para todo: esto es algo de lo que estoy convencido.

Recorría una de las librerías mas importantes de la ciudad de Bahía Blanca buscando algún libro interesante para comprar, cuando me encontré con un ejemplar de "Las leyendas de Bécquer". Si bien el volumen formaba parte de una colección que recopilaba las obras mas importantes de los grandes escritores de la humanidad, contenía para mi la selección más perfecta que puede hacerse de este autor: "Las rimas", "Ocho leyendas" y las llamadas "Cartas desde mi celda".

No soy un erudito en la materia y mi juicio acerca de la selección no se fundamenta en el conocimiento del autor. Es más, cualquiera podría saber más que yo sobre Becquér. Debo confesar que cuando me decidí a escribir esta nota, ni siquiera sabía como empezarla. Es que no se quién es Becquer. No se donde nació ni dónde murió. No conozco nada de su vida y ni siquiera se si escribió algo más que esto que mencioné.

Sólo sabía que era español y que perteneció al romanticismo. Sin embargo, su nombre trajo a mi mente innumerables recuerdos e imágenes, todos ellos ligados a un momento preciso de mi vida.

Reencontrarme con Bécquer después de muchos años significó reencontrarme con mi propia historia. Valorar una etapa. Tomar la decisión de comprar y leer lo que en otro momento significó una obligación. Bécquer me remonta inevitablemente a mi adolescencia, a ese contexto único e irrepetible que fueron las horas de Literatura en el Colegio Secundario. Me deslumbraron sus magníficas descripciones; sus imágenes quedaron grabadas en mi memoria; me emocionaron sus historias; en más de una ocasión, me sorprendieron sus desenlaces; me perturbó la crudeza de sus relatos. Su obra me produjo una profunda emoción.

Pero el mérito de haber quedado grabado profundamente en mi memoria no se debe únicamente a la genialidad de su obra, a su lenguaje práctico y comprensible sino a la pasión y la capacidad de Hemilse Collante, aquella profesora de literatura que supo conectar a un escritor de la talla de Gustavo Adolfo Bécquer con un adolescente de un pequeño pueblo de la llanura pampeana.