La inmensa mayoría de las personas difieren y "dejan para mañana lo que debería hacerse hoy".
Esto seguramente proviene de no haber aprendido a administrar el tiempo y a enfocarnos, una carencia que no es gratuita porque termina causando graves daños en nuestra mente y en nuestra memoria.
Estar atentos a la pavada es hoy una tentación
irresistible y un pecado generalizado. La tecnología permite guardar, ver
después y dejar pendiente.
Los ladrones de tiempo –internos y externos- aceleran la tendencia a diferir. Pero los ladrones externos son
siempre los internos disfrazados. La falta de un genuino interés derivado del
autoconocimiento, hace funcionar el radar con el cual la sociedad de
consumo nos lleva a imitar a los ricos y famosos y no a encontrar la brújula
que permita descubrir el empowerment o poder interior que traemos al nacer.
Y, mientras más se abarca menos se
aprieta. No hacer foco daña la capacidad cognitiva, produce robots
eficientes que no crean valor. El multitasking o hiperactividad improductiva
favorece al núcleo estriado del movimiento y ataca al hipocampo relacionado con
la memoria. Fuimos hechos para enfocarnos. El círculo vicioso entre pasividad
televisiva e hiperactividad genera neurosis. Se vive al día y casi sin futuro.
Los estímulos distraen e
impiden asociar las ideas y el buen uso de la memoria. Así somos menos
rigurosos y profundos. Por eso The New York Times dedica 2 páginas a resumir
las noticias y las empresas lucran incentivando a hacer click sin profundizar.
Basado en el Artículo "Operación diferida, operación perdida" del Profesor Horacio Krell
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