Por un lado, sirve para describir, contar o relatar hechos que nos sucedieron en el pasado, situaciones por las que estamos atravesando en el presente y aún, posibles realidades que intentamos o deseamos vivir en el futuro. Este aspecto pasivo del lenguaje que sólo se limita a relatar, es el que más utilizamos.
Pero existe un segundo aspecto que lo hace aún más poderoso ya que nos permite crear y generar una realidad nueva. Es a través de las declaraciones, que el lenguaje se constituye en una herramienta generadora, que nos permite modificar nuestro "estar siendo".
"Cuando hacemos declaraciones, -dice Rafael Echeverría-, no hablamos del mundo, sino que generamos un nuevo mundo para nosotros y para los demás".
Solemos estar comprometidos con la descripción, esa función pasiva del lenguaje que utilizamos prácticamente todo el tiempo. Vivimos explicando cómo son las cosas, por qué pudimos, podemos y podremos o no hacerlas. La realidad es que, si queremos modificar nuestra vida, crear nuevas realidades en nosotros y en la de los demás, es necesario descubrir este aspecto activo.
Hablar a partir de declaraciones, convierte al lenguaje en acción transformadora.
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